Nuevo rol de Estado y Derechos sociales. A lo largo de la primer mitad del Siglo XX se dictaron diversas constituciones occidentales y capitalistas que iban modificando las anteriores, incorporando al nuevo sujeto histórico, “el trabajador”, su familia, la niñez, las mujeres, los derechos sociales, pero por sobre todo cláusulas que dotaban al estado de un rol más activo en la economía, con reconocimiento del monopolio estatal de áreas estratégicas y del dominio de recursos naturales y sistemas de expropiación con indemnizaciones atenuadas. Se proponía un Estado distribuidor, capaz de poner límites al ejercicio ilimitado de la propiedad privada, de tomar recursos colectivos y excedentes de rentas generadas por la economía y redireccionarlos hacia la inversión social y la puesta en marcha y sostenimiento de esos mecanismos de regulación estatal, recibiendo una innegable influencia de lo que acontecía en los países Socialistas, pero sin salirse del modelo Capitalista imperante. Curiosamente (o no tanto) esos procesos tuvieron corta vida. Cuando no pudieron ser aplicados por la resistencia de los sectores de mayor concentración y la falta de organización social de los sectores beneficiados, directamente se produjeron interrupciones antidemocráticas que incluían la derogación de facto de esas nuevas Constituciones.
Neoliberalismo y después. En forma paralela en el siglo pasado fue surgiendo de la anterior estructura liberal que había dotado a las primeras constituciones a nuestros países un dogma casi religioso: El neoliberalismo. La mayoría de las Constituciones liberales de los Siglos XVIII – XIX tardaron varios años en encontrar eficacia real, requiriendo fuertes enfrentamientos armados para resolver las contradicciones existentes en las hegemonías presentes en cada país. En la mayoría de ellos la democracia se ejercitaba con mecanismos de fraude o manipulación electoral que aseguraban a las oligarquías locales el dominio de la estructura estatal. Esa hegemonía entró en crisis ante diversos motivos, principalmente la multiplicación inédita de la población, la conformación de organizaciones obreras y la aparición de partidos políticos que buscaban receptar las nuevas demandas y exigían mediante actos revolucionarios la transparencia electoral o la ruptura del sistema, proponiendo modelos socialistas o reformas agrarias.
A medida que la ampliación democrática fue teniendo lugar los sectores de poder económico concentrado locales, cada vez más asociados a los multinacionales, fueron generando dificultades o directas interrupciones militares a los procesos institucionales. Estos sectores concentrados van a ir confluyendo en el neoliberalismo desde su aparición teórica a mitad del siglo XX. Este dogma lleva al extremo la idea del constitucionalismo del siglo XIX respecto al Estado como subsidiario o incluso como mal necesario, postulando su existencia mínima, su no intervención en prácticamente ningún campo de la vida social y definiendo un mero rol regulatorio residual en el caso de servicios públicos y algunos bienes comunes. Dentro de esa mirada estructural de la economía pondera el Trabajo humano como factor ajustable, plantando la baja de salarios como mecanismo indispensable para mejorar la productividad, así como la retirada del estado de todo sistema de seguridad social. Como contrapartida para el neoliberalismo la única herramienta real de distribución de bienes y servicios es el mercado, como un espacio de intercambios real o virtual donde quien quiere comprar compra, al precio que el que quiere vender venda, encontrando un perfecto equilibrio entre la capacidad de producción y la cobertura de las necesidades sociales, permitiendo la expansión ilimitada de la economía global. Esta prédica supone y favorece la edificación de un poder financiero internacional de magnitud y un liderazgo incuestionable de Estados Unidos. Lo que nunca dice el neoliberalismo es que a nivel mundial y a nivel nacional los actores y actrices de ese juego tienen un punto de partida demasiado desigual, que la regla es la falta de transparencia de los intercambios, la existencia de asimetrías informativas y la conformación de monopolios u oligopolios. La implantación de este modelo que busca equipararse al discurso democrático como único posible fue teniendo lugar con mucha fuerza en el último cuarto del 1900, sin medir en el grado de violencia a emplear, incluso violando masivamente derechos humanos como en Chile, Argentina y otros países Americanos, o en la generación de crisis económicas con resultados sociales devastadores.
Comenzado el Siglo XXI se han observado nuevos influjos de Constitucionalismo Social, en lo que se ha dado a llamar Nuevo Constitucionalismo Social Latinoamericano, a partir de las reformas de las Constituciones de Ecuador, Bolivia y Venezuela. Pero claramente la hegemonía actual a nivel mundial es del modelo neoliberal, que sirve de ideología y escudo a una economía mundial cada vez más concentrada, y que busca sistemas constitucionales donde la propiedad privada no entre en cuestionamiento y favorezcan el mentido libre intercambio. En eso estamos hoy.
Reflexiones para seguir. Tomando lo dicho es posible indicar que:
a- La segunda etapa del Constitucionalismo está dada por Constituciones Sociales o directamente Socialistas que se dictan en el siglo XX adecuadas a un modelo de estructuración de los poderes públicos tendientes a asegurar una economía y sociedad planificada y a la regulación de la propiedad colectiva;
b- Terminada la Segunda Guerra Mundial las colonias de las potencias centrales se independizan, apareciendo muchos países nuevos que dictan sus constituciones, como India.
c- En esa segunda etapa se originan también movimientos que determinan fuertes reformas en las legislaciones y constituciones, acotando su liberalismo económico, definiendo roles estatales más activos y buscando la protección del trabajo humano y la familia;
d- Las nuevas regulaciones de carácter social son fuertemente resistidas por los sectores económicos concentrados, apareciendo un nuevo dogma que se va extendiendo a fines del siglo XX y principios del XXI: El neoliberalismo; proponiendo una economía de mercado abierta desde la periferia hacia el centro, con liderazgo indiscutido de EEUU, desregulación, estado mínimo, reducción de salarios, destrucción de los sistemas de seguridad social, ampliación del sistema financiero e identificación (o subsunción) de la “democracia” con la libertad económica irrestricta.
Lucas Gómez Portillo
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